Creo que este es el momento para
retomar esa saludable costumbre de escribir, escribir por el simple hecho de expresar,
de comunicar al mundo a ese ser interior que se desborda y que necesita un
espacio allá afuera. Llega un momento en el que las letras salen de forma
natural y fluyen incontrolables, pero otras veces simplemente se resisten y
hacerlas nacer resulta tan trabajoso y complejo cual parto.
En realidad los motivos para
escribir no faltan, ya que siempre suceden cosas; cuando no es la lluvia, es el
trabajo, el peso, los hijos, los amores, la luna, el café, la política, los
libros, los reencuentros, la edad, la moda, las canciones, las redes sociales,
la naturaleza, la historia, los besos, la limpieza del hogar, las charlas, los
congresos, las amigas, el trafico, la comida, el pasado, el futuro, los fines
de semana, la poesía y así muchas cosas más de que escribir, pero lo que realmente
cuenta es tener algo que decir al respecto. Y que llegue esa singular palabra “inspiración”
en el momento adecuado.
Normalmente en mi caso llega a la
hora de la ducha, y me cuestiono ¿Porque en ese momento? o mientras estoy
caminando, o cuando estoy a punto de dormir, o a la hora de salir en las mañanas justo con el
tiempo medido para llegar al trabajo, o en el transporte, o en el cine, o en
plena sesión, o en la junta escolar, en infinidad de situaciones.
Hace tiempo escribir de la hoja
en blanco, esa hoja que tortura de tan vacía que esta, pero una vez que
consigues hacer que tus dedos trabajen al ritmo de la mente dictadora (de
dictar), puedes notar que todo eso que guardas para ti, simplemente es
compartido y hace brotar letras y palabras que ahora ya tienen un sentido.
Espero no claudicar en esta placentera actividad que desahoga mi alma y que me
permite expresar mi particular visión de ver la vida.
Imagen de: http://es.wikihow.com/escribir-una-novela